Carta del Rector

A la comunidad académica:

Hace cuatro años, cuando tuve el privilegio de ser elegido Rector, comenzamos una gestión con grandes objetivos y expectativas. Y a poco de andar advertimos que además de ir cumpliendo lo propuesto, se abrían posibilidades que superaban nuestras visiones más optimistas.

Si inicialmente creímos que esto era producto de la buena suerte, o de las mejores condiciones que el sistema universitario encontraba en su conjunto, en poco tiempo fue evidente que estábamos recibiendo mayores aportes que los previstos. Y no me refiero a los presupuestarios, sino a los que nacen de la cohesión en el trabajo. Aportes que eran también la más anhelada y la más difícil de nuestras metas. Estábamos logrando condiciones de unidad y participación, para construir una universidad cada vez más incluyente.

Advertíamos que más allá de cada debate, más allá de las diferencias que nos enriquecían, docentes, no docentes, estudiantes y graduados se involucraban aportando a un desarrollo compartido.

Fue así que pudimos hacer esta universidad donde todos nos sentimos protagonistas y responsables. Nadie se quedó mirando desde afuera y desde las distintas asignaturas, disciplinas, carreras u otros espacios, vimos a docentes y estudiantes impulsar conferencias, jornadas, encuentros, visitas de académicos y personalidades de la cultura; se multiplicaron las investigaciones, los proyectos de extensión, los voluntariados e intercambios. Observamos cómo los no docentes, mediante su trabajo, sostenían y posibilitaban cada acción. Observamos cómo los egresados, lejos de partir, se mantenían cerca de las aulas integrándose al nuevo ámbito que la universidad les ofrecía.

Continuamos creciendo en número y fundamentalmente nos fuimos desarrollando cada vez más y mejor como comunidad universitaria. Muchos pudieron ser el rostro de nuestra casa de estudios en incontables eventos. Las relaciones y recursos de cada uno se pusieron en juego a favor del todo. Y así, en su corta existencia la UNVM se ha consolidado y fortalecido, adoptando un rol protagónico en el sistema universitario nacional.

Pero debe quedar claro que semejante obra no es, ni podría ser, el logro de un rector, un decano, o de cuatro o cinco secretarios. En todo caso, a título personal, sólo puedo sentir orgullo y compromiso ante la confianza que se depositó en mí al asignarme la coordinación de este enorme trabajo de todos. Puedo sentir también la tranquilidad de haber puesto mis mejores y mayores esfuerzos. Incluso puedo sentir la alegría de saber que lo hicimos bien, porque aun cuando nos equivocamos, fuimos capaces de reconocerlo y aprender de los errores.

Pero siento también la certeza de que todavía falta mucho por hacer, y es por eso que me atrevo a pedirles el apoyo para continuar, o mejor dicho para iniciar una nueva etapa valiéndonos de ese enorme potencial que amplía nuestro horizonte. Con la institucionalización de nuevos espacios en marcha, con la experiencia recogida desde nuestro lugar en el concierto de las universidades, con nuestros valiosos recursos, podemos aspirar a un nuevo salto cualitativo. Podemos y debemos hacer más, y hacer cosas nuevas.

Pero como este camino no se limita a garantizar lo logrado, no basta con poner un voto. Es indispensable redoblar los esfuerzos compartidos. Es imperioso complementar los trabajos individuales. Podemos ver con claridad que delante nuestro hay un camino promisorio y suficientemente amplio para que todos tengamos lugar.

Deseo fervientemente que podamos transitarlo juntos, por eso les propongo iniciar esta nueva etapa.

Con afecto

Martín Gill

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